«Dame una mano y resolvamos esto con victoria,

el viaje no es tan largo ni el camino tan difícil»

He venido a la costa
para empaparme de ese viento frío invernal
para que la humedad congele todos mis huesos
y que sea el interior el que me devuelva ese calor
para no helarme
para recordar eso de sentir sin culpas
para saber por dónde he de seguir
que los náufragos no se ahogan a pesar del hundimiento
que resisten al oleaje
que le regalan la victoria a la marea
que le rezan al cielo por una orilla
y que cuando llegan a ella
la cuidan en demasía para no abandonarla nunca.

Ayer quise a las amapolas
más de lo que hoy venero a las margaritas
la gratitud de la vida
la impaciencia sin fin
la intriga en las noches cuando los días son cortos
la esperanza perpetua cuando nunca sale el sol
la preciosidad de la ternura
y la repugnancia de la prepotencia
qué sucede si no pasa nada
quién transita si no hay nadie
el campo está floreciendo en los jardines
y en estas manos ya sólo queda tierra.

Una vez superados los cuatro egos,
aflora la quinta esencia,
deslumbrando con una saliente intensidad,
alejando todo significado de la palabra pertenencia,
lo finito va desapareciendo,
resplandeciendo el equilibrio,
y de repente una fuerza inconsciente,
una transformación del ser,
la energía prevalece a la química,
el amor eterno vence al temor insistente,
mirarse al espejo y multiplicar el halo,
repartirlo donde no llega,
es el alma sembrando de manera completa y natural,
el momento de la oportunidad,
la confianza duda,
extender las manos aunque tiemblen,
es la vida lo que llega.

Aquel balcón hacía la ciudad menos gris,
era un respiro entre tanto polvo,
siempre había luz, incluso cerrando los ojos.

Dentro de aquella abarrotada ciudad
era una isla en la que sentirse a salvo,
allí nada existía.

A pesar de que ningún balcón
puede ocultar las ganas de saltar,
allí, mirar hacia abajo no era tan desgarrador,

conservaba el amor por bandera
y transmitía paz y ternura.

A pesar de la altura,
resultaba ser un salvoconducto
para poner los pies en tierra.

Parecía mentira
pero el vértigo amainaba
y resurgía la humilde vista al horizonte.

Era un balcón con las mejores vistas hacia adentro,
sin pretensiones de futuro,
con un tren escondido para la huida.

Era el balcón de los besos robados
de los cuerpos desnudos
y del dulce salvajismo infinito.

Unos tan cerca
otros tan lejos
aquellos se buscan
se encuentran,
las raíces son fuertes
y están dónde nos quieren,
dónde nosotros quisimos,
eso permanece,
la energía se mantiene
hay amor que nunca muere.

Tiré los dados,
aquella vez
la suerte no estaba de mi lado
para variar
moví ficha
y retrocedí muchas casillas en la partida.
Una especie de gancho a los desastres
una manera de seguir
entre las piedras
buscando monedas,
un poco de amor
que acompañe en este juego.
Dame una mano
y resolvamos esto con victoria,
el viaje no es tan largo
ni el camino tan difícil.

Pequeña no estalles,
la vida es dura,
pero tienes la fortaleza para afrontarla,
levanta la cabeza y mira al frente,
mantente erguida,
un paso adelante y otro y otro.
Mirar atrás ya no sirve de nada,
pequeña hazte grande,
mírate como siempre fuiste,
la vida está a tu alcance,
el mundo gira entre tus manos,
amor y voluntad como filosofía,
el barco está a punto de zarpar
y mi único amante es el mar.

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