
«Después vino la claridad, el cielo grande, la paz,
la vida había desaparecido misteriosamente en la tormenta»
Vinicius de Moraes
«La partida es lo único que sabemos del cielo
y lo único que necesitamos del infierno»
Emily Dickinson
Salí a la ventana. Admirando la valentía de romper ese silencio provocado por el miedo. El terror de no saber, de no conocer lo que ocurre en este preciso momento. Observé a cada vecino aplaudiendo aquello que ya habían perdido, qué ironía, ¿no? Aun así, me emociona ese coraje de querer continuar, incluso, cuando la incertidumbre nos ha despojado de nuestra vida. Desconozco en qué momento ocurrió, sucede que, tampoco tiene importancia ya. El pasado sólo ha de servir para no repetir determinados patrones y, para que, si lo hacemos, al menos, sea para reírnos y no arrepentirnos después. Salí a la ventana para tratar de acercarme a aquellos de los que me siento tan lejos. Aquellos a los que no sólo no comprendo, sino para los que debo de ser invisible. En el patio, la ropa sigue colgada de la cuerda, aunque amenazan las lluvias y no estaré mañana para recogerla. Salí a la ventana, pensando en encontrarte más allá de las letras de las canciones, de esa fotografía juntos que nunca nos hicimos. ¿Y sabes qué? No te hallé, según lo esperado. Mañana, saldré otra vez, por si te escondes tras un árbol o huyes de las sirenas en alguna esquina de mala muerte. Saldré y aplaudiré para llamarte. Que me escuches y acudas a mi puerta. Que en este silencio, raudo e impío, sigo viva.
